Problemas de pareja por hijos no comunes
Tener problemas durante la relación de pareja es normal. Todas las parejas han discutido al menos una vez y es parte de una relación saludable. Sin embargo, qué pasa cuando son problemas de pareja por hijos no comunes. Aquí nos encontramos en un escenario donde entran terceros en la relación, y es una consulta frecuente en la terapia de pareja Reus.
Si tienes o te preocupa tener problemas de pareja por hijos que no son mutuos, en esta publicación te ayudamos resolviendo las preguntas frecuentes e incluso cómo pueden abordar la situación.
¿Qué se entiende por hijos no comunes en una relación?
No todas las parejas son “para toda la vida”. Muchas veces, las relaciones terminan en separación o divorcio y, en varios casos, hay hijos de por medio. Cuando esto ocurre, aunque la pareja se haya disuelto, el vínculo familiar con los hijos se mantiene.
Por eso, cuando uno de los padres inicia una nueva relación, su pareja deberá considerar e integrar a los hijos que este tiene. Este escenario es común, sobre todo, cuando se trata de hijos menores de edad. Sin embargo, también pueden presentarse problemas de pareja por hijos adultos de otro matrimonio.
La forma de manejar estas situaciones varía. En el caso de los menores, los padres siguen teniendo la patria potestad y responsabilidad directa sobre ellos, además de que suelen convivir bajo el mismo techo. En cambio, con hijos adultos, aunque ya no dependen económicamente ni viven necesariamente en la misma casa, pueden influir emocional o relacionalmente en la nueva pareja, especialmente si hay tensiones no resueltas, lealtades cruzadas o dificultades en los límites familiares.
¿Qué tipo de conflictos suelen surgir en estas dinámicas familiares?
Si hablamos solo de problemas en la pareja por los hijos menores no comunes podemos identificar algunos conflictos frecuentes.
Diferencias en la crianza
Cada persona llega a la relación con su propio bagaje. Y cuando hay hijos, ese bagaje incluye formas muy marcadas de educar, corregir y acompañar. Lo que para uno es normal —levantar la voz, castigar, ignorar o, al contrario, sobreproteger— para el otro puede ser inaceptable. Y ahí empiezan los roces: uno se siente invadido, el otro, ninguneado. Si no se habla con respeto y sin acusaciones, la pareja se desgasta sin haber abordado lo realmente importante: el bienestar del menor.
Falta de límites claros o roles confusos
No tener claro “hasta dónde” puede convertir la convivencia en un campo de minas. ¿Puede la nueva pareja poner normas? ¿Debe quedarse al margen ante una mala conducta? ¿Se le exige actuar como padre o madre, pero sin darle espacio para ejercer ese papel? Muchos se sienten atrapados entre el “no me corresponde” y el “me afecta”. Y mientras no se marquen límites claros, todos —pareja, hijos y exparejas— terminan moviéndose en un juego emocional cargado de tensiones.
Celos, rechazo o resistencia de alguno de los hijos
A veces el conflicto no nace entre los adultos, sino en la reacción de un niño que no comprende por qué todo ha cambiado. Pueden aparecer celos, rechazo hacia la nueva pareja de su madre o padre, o actitudes desafiantes difíciles de gestionar. Y si uno de los progenitores toma partido por el hijo sin intentar mediar ni contener, la relación de pareja se resiente. Porque no se trata de elegir entre uno u otro, sino de construir una convivencia en la que todos se sientan escuchados y respetados.
¿Cómo afectan estos conflictos a la relación de pareja?
Cuando no hay una base firme para afrontar juntos las tensiones con los hijos de una relación anterior, la pareja empieza a agrietarse. Surgen discusiones constantes, silencios incómodos y una sensación de estar siempre en bandos opuestos. Uno puede sentirse excluido, el otro, atrapado entre lealtades. Se pierde la complicidad. La relación, en lugar de ser un refugio, se vuelve otro frente de batalla. No es solo el conflicto con los hijos lo que daña el vínculo, sino la falta de acuerdos, de límites compartidos y de una comunicación sincera para sostenerse el uno al otro.
¿Qué se puede hacer para fortalecer el vínculo en familias ensambladas?
No se trata solo de saber qué hacer cuando los hijos de tu pareja son un problema. Muchas veces, el verdadero conflicto no está en lo que ellos hacen, sino en cómo reaccionamos nosotros. No es una cuestión individual: afecta a todo el sistema familiar. Lo que pasa con los hijos, lo que se espera de la pareja y lo que no se dice, pero se siente… todo influye.
Entonces ¿qué hacer? Primero, entender que iniciar una relación con una pareja que ya tiene hijos es entrar en una historia que empezó antes de ti. Es un proceso distinto, y la aceptación del nuevo núcleo tomará tiempo.
Segundo, aceptar que no puedes borrar el vínculo previo. No estás allí para reemplazar a nadie. Lo importante es asumir el rol que te corresponde, sin forzar afectos ni imponer tu presencia. Eso no quiere decir que debas callar si hay algo que te incomoda. Pero esas conversaciones deben darse con tu pareja, no con los hijos. Es con ella con quien debes llegar a acuerdos claros y coherentes.
Finalmente, cuando los desacuerdos se vuelven recurrentes y afectan la convivencia, es saludable buscar acompañamiento profesional. La terapia de pareja o familiar puede ser una herramienta valiosa para reorganizar el vínculo y cuidarse mutuamente.
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